Acompañante Terapéutico en Rosario
Un acompañante terapéutico es un profesional dedicado al ciudado de personas mayores.
Indice
¿Qué es un Acompañante Terapéutico?
Un servicio profesional para acompañar a pacientes e integrarlos en sus entornos con el objetivo de que logren autonomía.
¿Cómo saber si necesito un Acompañante Terapéutico en Rosario?
Si tenés un familiar que esté transitando un proceso de:
Trastornos psicóticos
Trastorno del estado del ánimo.
Depresiones. Bipolaridad.
Trastornos de ansiedad. Fobias. Drogodependencia.
Trastornos de la conducta alimentaría. Bulimia. Anorexia.
Trastornos de la personalidad.
Alteraciones severas de la conducta en la infancia.
Enfermedades psíquicas y discapacitantes en la infancia-adolescencia.
Patología psiquiátrica y neurológica del adulto y de la vejez.
Neurosis obsesiva, Histeria, Neurosis de angustia (ataques de pánico)
Afecciones clínicas (pacientes oncológicos, portadores de HIV, con problemas renales, pacientes terminales o con discapacidad en general, motores y/o psicológicos).
¿Qué cosas debo saber de este servicio?
- Nuestro/as Acompañantes Terapéuticos son seleccionados bajo un proceso de Alto estándar.
- Mira holística teniendo en consideración en contexto del paciente
- Actividades variadas para el paciente
- Estímulos cognitivos y sociales
- Ejercicios de rehabilitación
Horarios
El servicio de Acompañante Terapéutico lo podés tener todos los días las 24 Horas.
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Tipo de servicio: Servicio de Acompañamiento Terapéutico en Rosario
Dispositivos del AT en las fronteras (congreso)
Clínica / Sujeto y Subjetividad y veo allí cuando bajo tanta gente en silencio cada uno con su ovillo desovillando cuidadosamente en silencio hacia adentro y “me siento mal” dijo uno de pronto y era un paciente de paciencia de años hace años Leónidas Lamborghini, Diez escenas del paciente.Acompañamiento Terapéutico Un espacio vincular Susana Kuras Mauer1 Recuerdo de la lectura de un par de autobiografías, entre ellas la de Jean Piaget y la del propio Sigmund Freud, relatar cuánto ellos se habían sorprendido al advertir que las ideas del comienzo, de la juventud, entre ostentosas Acompañante Terapéutico en Rosario y disparatadas habrían retornado con
fuerza en momentos avanzados y maduros de sus vidas profesionales. A su vez M. Foucault en una entrevista tardía, se refiere a su obra como un “fragmento de autobiografía”. Realizar una autobiografía, no implicaría entonces tanto llevar a cabo un ejercicio de introspección, sino, por el contrario, mirar hacia afuera, analizar los alrededores, las instituciones, sus discursos… intentar lo que Foucault llamó una “ontología crítica de nosotros mismos”… Quizás hoy, me llegó el momento de hacerlo en primera persona, con la implicación subjetiva que siempre tuvimos con el acompañamiento. Después Acompañante Terapéutico en Rosario de haber recorrido un largo camino de mi vida laboral
advierto que aquellas cosas que en los años ‘70 me parecían poco profesionales, pasibles de ser catalogadas de inconsistentes y poco serias en el Acompañamiento Terapéutico, han pasado a ser hoy dos de los aspectos más valiosos de nuestra práctica clínica. Me refiero a la fuerza del vínculo en la cura y al trabajo con Dispositivos clínicos de abordaje múltiple. Tuvimos la suerte – y también lo padecimos -, de habernos iniciado sin libreto, sin conceptos ni referentes, sin territorio y por lo tanto sin Acompañante Terapéutico en Rosario fronteras. Por lo tanto cuando éramos convocados a acompañar, teníamos que inventarlo todo. En el
encuentro con el paciente, el at auscultaba, tanteaba, exploraba y en el vínculo se gestaba el guión. En esos vínculos nos hicimos acompañantes. Aquello que nos sostuvo, con pudor de nuestra parte y mucha resistencia -de parte del entorno psi-, hoy lo jerarquizamos- nosotras al menos- como pilares de nuestra práctica clínica: La potencialidad terapéutica del vínculo en el proceso del tratamiento y el” trabajo con otros” en Dispositivos múltiples de abordaje. Ese “espacio entre” otorgó, desde el comienzo, sentido Acompañante Terapéutico en Rosario a la experiencia. En la década del ’70, nos faltaban referentes, conceptos, supervisores, consistencia, pero había en aquel entonces un
acercamiento entusiasta, tan intuitivo como implicado subjetivamente. Esa apuesta a investir apasionadamente aquello que creíamos funcional al tratamiento de nuestros pacientes, nos marcó y dejó huellas que hoy a la distancia, nos gustaría rescatar como espíritu. Incluir un paciente en nuestra celebración familiar del año nuevo, haber convivido algunos meses con un paciente en nuestra casa, correr largas cuadras a un adolescente intentando escaparse de nosotros, son algunas de las aventuras asistenciales con las que Acompañante Terapéutico en Rosario fuimos construyendo estas herramientas terapéuticas. Una disposición activa, comprometida y esperanzada que valdría la pena no perder. Patrullas, equipos, grupos de trabajo en Salud Mental
que buscaban optimizar los abordajes clásicos y proponían una ruptura con el confinamiento del paciente, con una medicalización deshumanizante. Así fue como empezamos a pensar en cuáles eran las funciones que se ejercían en este trabajo vincular con el paciente y la palabra “rol” hizo durante una larga década de eje alrededor del cual el acompañamiento se hizo lugar. Hoy diríamos se trata de Dispositivos vinculares, que se van construyendo Acompañante Terapéutico en Rosario en inmanencia. El encandilamiento propio del primerizo nos hizo omnipotentes y épicos pero también nos ligó fuertemente a este desafío clínico. Los encuadres, la institucionalización, la agremiación han aportado, jerarquizado
y ordenado el ejercicio del acompañamiento terapéutico. Empezó allí un segundo movimiento de territorialización del Acompañamiento Terapéutico donde se ampliaron alcances, se marcaron bordes, se visualizaron fronteras. Allí se hizo evidente que las fronteras son el espacio habitado por excelencia por el AT. Distintos polos, países, regiones y provincias se entrelazaron. El interior del país tuvo una receptividad y una sensibilidad especialmente permeable en este Acompañante Terapéutico en Rosario dominio. Quisiera focalizar algunos conceptos que vertebraron nuestra propia trayectoria en relación al Acompañamiento terapéutico. 1) Un enfoque psicodinámico fue el marco teórico para pensar el desequilibrio Acompañante Terapéutico en Rosario psíquico. La reclusión, la medicalización amordazante, las etiquetas
diagnósticas alienantes, necesitaron de fuertes denuncias y corrientes comprometidas Acompañante Terapéutico en Rosario en desmanicomializar a sus enfermos para ayudarlos a encontrar nuevamente el sentido de vivir en sociedad. Pensamos pues para el abordaje en salud mental en modelos abiertos a lo heterogéneo y cambiante, en libertad, no en el encierro. Refiriéndose a “los casos difíciles que ponen a prueba al profesional, -dice A. Acompañante Terapéutico en Rosario Green- que tratamos de ser políglotas, pero nuestras fuerzas son limitadas”. Para comprender sus dailectos es necesario hablar varios idiomas. Dispositivos clínicos de múltiple abordaje, son propuestas clínicas que se ofrecen buscando integrar los diversos lugares en un cuerpo de
equipo. Nuestras limitadas fuerzas nos impulsaron en 1971 a trabajar en esta dirección, en un equipo Acompañante Terapéutico en Rosario especializado en las denominadas terapias de abordaje múltiple. 2) El Acompañamiento Terapéutico como dispositivo Así como en los comienzos enfatizamos el rol del AT y su eficacia clínica, hoy pensamos el acompañamiento en términos de Dispositivo. El término “dispositivo”, Acompañante Terapéutico en Rosario tomado del pensamiento de Michel Foucault, parece referir al entramado de una serie de prácticas y de mecanismos con el objetivo de hacer frente a una urgencia y de conseguir un efecto. De este concepto, nos interesó rescatar tres aspectos consustanciales con esta profesión: la
naturaleza estratégica del dispositivo, su heterogeneidad y su funcionamiento en red Acompañante Terapéutico en Rosario. El concepto de Acompañante Terapéutico en Rosario dispositivo ha permitido redimensionar el acompañamiento en Acompañante Terapéutico en Rosario tanto hoy es mucho más que una herramienta terapéutica. Se trata de un proyecto de conceptualización que, apoyado en las categorías fundamentales del psicoanálisis, ha ido conquistando nuevos territorios Acompañante Terapéutico en Rosario y campos de aplicación. Se trata también de un posicionamiento ético frente a la enfermedad y su implementación se teje con enunciados, discursos e instituciones que la regulan. 3) El equipo terapéutico como un espacio que aloja. Transferencias múltiples que se entrecruzan en dispositivos clínicos conjuntos. En principio la diversidad
de texturas transferenciales dan cuenta de diferentes corrientes de la vida psíquica del paciente. La construcción, el despliegue y la disolución del vínculo transferencial operan con diferencias sustanciales en cada vínculo. En los abordajes múltiples hay un descentramiento de la transferencia que en algunos casos Acompañante Terapéutico en Rosario se expresa en forma disociada, o en otros se desglosa, diversificándose con variaciones sutiles entre los distintos profesionales que asisten a un mismo paciente. En general con los at se gestan modalidades transferenciales fusionales o persecutorias. Pero más allá de las vicisitudes transferenciales, cabe resaltar que el acompañamiento es esencialmente un espacio vincular. 4) Fraternizar
la escucha Así como en el espacio analítico suelen re editarse vínculos parentofiliales, en Acompañante Terapéutico en Rosario la interacción con los at se escenifican predominantemente lazos fraternales. Hablamos de fraternización de la escucha para aludir justamente a esta proximidad que se produce en Acompañante Terapéutico en Rosario el vínculo con los Ats. La pérdida Acompañante Terapéutico en Rosario total de distancia en la transferencia no solamente tiene connotación resistencial, sino que debe además ser cuidadosamente supervisada para no caer en contra actuaciones por parte del AT. En una oportunidad propuse a colegas de Córdoba la creación de espacios de debate entre at que llamamos “mates clínicos”. Allí, en grupo, la idea
era pensar en conjunto, en un colectivo fraterno, las dificultades contratransferenciales que plantea la práctica clínica. Quisiéramos insistir en la necesidad de dar empuje a vínculos terapéuticos más ligados a la paridad, fraternos, más horizontales, Acompañante Terapéutico en Rosario como los que se entablan con el at. Creemos que el intercambio en horizontalidad produce modos de subjetivación suplementarios indispensables para la mejoría de los pacientes. No voy a referirme ni a la metapsicología del acompañamiento terapéutico, ni a la importancia de la formación, filiación y otras cuestiones esenciales para la vida profesional del AT. Insisto en que se trata de un posicionamiento ético frente
a la enfermedad y su implementación se teje con enunciados, discursos e instituciones que la regulan. No hay en el acompañamiento sedentarismo posible porque trabajamos con pacientes en guerra casi Acompañante Terapéutico en Rosario permanente, atormentados, por momentos descarnadamente conscientes, aunque en otros, parecen vivir anestesiados. Más allá de las edades y más allá de las patologías, padecen un infierno cotidiano. En Las enseñanzas de Don Juan, Castaneda, desde la ficción literaria, nos formula desafíos y nos señala obstáculos y enemigos que encontramos en los caminos del conocimiento. Hago nuestros estos desafíos y estos obstáculos con los que nos enfrentamos en el camino de
construcción del Dispositivo de AT y agrego -como confesión personalque cuando elegí citarlo, tomé conciencia de que el paso del tiempo pesa y me lleva Acompañante Terapéutico en Rosario también a reconocernos en retirada, cerrando algunos ciclos, con la gratitud de habernos visto crecer, trabajar y transmitir como legado la experiencia a otros que abrirán nuevos caminos. Quiero compartir con ustedes este hermoso fragmento que condensa este momento autobiográfico luego de un largo recorrido: “Convertirse en hombre de conocimiento —nos dice aquel maestro— es una tarea que no puede lograrse verdaderamente; más bien se trata de un proceso incesante […] Cuando un hombre empieza
a aprender, nunca sabe lo que va a encontrar. Su propósito es deficiente; su intención es vaga. Espera recompensas que Acompañante Terapéutico en Rosario nunca llegarán, pues no sabe nada de los trabajos que cuesta aprender. Pero uno aprende así, poquito a poquito al comienzo, luego más y más. Y sus pensamientos se dan de topetazos y se hunden en la nada. Y así se comienza a tener miedo. El conocimiento no es nunca lo que uno espera. Cada paso del aprendizaje es un atolladero y el miedo que el hombre experimenta empieza a crecer sin misericordia… Y si el hombre, aterrado en su
presencia echa a correr, jamás aprenderá. […] Debe desafiar a su miedo y pese a Acompañante Terapéutico en Rosario él debe dar el siguiente paso en su aprendizaje, y el siguiente y el siguiente. Debe estar lleno de miedo, pero no detenerse. […] Y llega un momento en que su primer enemigo se retira. El hombre empieza a sentirse seguro de sí. A cambio del miedo ha adquirido la claridad: una claridad de mente que borra el miedo. […] Y así ha encontrado a su segundo enemigo. Esa claridad tan difícil de obtener dispersa el miedo, pero también ciega. Fuerza al hombre a no
dudar nunca de sí porque todo lo ve con claridad. Acompañante Terapéutico en Rosario Y deberá hacer lo que hizo con el miedo: debe desafiar su claridad y usarla sólo para ver; debe pensar sobre todo que su claridad es casi un error. […] Al ver claro y parejo todo cuanto hay a su alrededor tropieza con su tercer enemigo: el poder! El poder es el más fuerte de todos los enemigos. Él manda; empieza tomando riesgos calculados y termina haciendo reglas porque él es el amo […] El hombre estará para entonces al fin de su travesía por el camino del conocimiento y
casi sin advertencia tropezará con Acompañante Terapéutico en Rosario su último enemigo: la vejez. Este enemigo es el más cruel de todos porque es el único que no se puede vencer por completo. […] Este es el tiempo en que un hombre ya no tiene miedos, ya no tiene claridad impaciente; un tiempo en que todo su poder está bajo control, pero también el tiempo en que siente un deseo constante de descansar. […] Pero si el hombre se sacude el cansancio y vive su destino hasta el final, entonces – agrego yo- puede compartir con las nuevas generaciones el gusto y el orgullo
Acompañante Terapéutico en Rosario de haber transitado y atravesado esos caminos sorteando algunos de sus obstáculos.” El avatar de la función coordinación: sobre la función coordinación y la función acompañante en un caso de esquizofrenia1 Rodrigo Santillán2 Introducción Me gustaría empezar por el nombre del trabajo. En primer instancia planteo que la coordinación es una función y, como tal, una actividad particular que realiza una persona o una cosa dentro de un sistema de elementos, personas, relaciones, etc., con un fin determinado. Por otro lado la palabra Avatar, proveniente del sánscrito (pluralizada en español como: “avatares”) con el significado Acompañante Terapéutico en Rosario de ‘fases‘, ‘vicisitudes’ o ‘cambios’.
Por lo cual podríamos decir que se trata de una función dentro de un sistema, que a la vez está sujeto a vicisitudes y cambios. Pero me interesa además su uso en informática, donde describe al modelo (una caricatura de tres dimensiones) que representa a una persona en un mundo virtual. Lo que me hizo pensar en la virtualidad que podría implicar dicha función, en este caso la de la coordinación. El presente trabajo intenta precisar algunos aspectos de la función coordinación y la función acompañante (at en adelante) en Acompañante Terapéutico en Rosario un acompañamiento terapéutico, a partir del trabajo realizado a lo
largo de ocho años con un paciente con diagnóstico de esquizofrenia, con un delirio tipo megalómano, místico con rasgos persecutorios. A lo largo de más de diez años de trabajo del equipo Ágora con la función coordinación, hemos establecido características específicas de esta función, necesarias a nuestra modalidad de pensar una clínica del acompañamiento terapéutico. Si bien la singularidad de este caso ha tensionado algunos de los supuestos sobre los cuales solemos hacer gravitar esta función, es nuevamente en el caso por caso el lugar Acompañante Terapéutico en Rosario donde confirmar o cuestionar su utilidad clínica. No es la intención de quien suscribe universalizar
una función que solo va a encontrar su asidero en el derrotero de cada caso; pero sí intentar precisar qué nos ofrece, como saldo de una experiencia clínica, al establecimiento de una función en un dispositivo como el del acompañamiento terapéutico. En el caso que nos ocupa han sido más de ocho años en los que más de sesenta acompañantes y un coordinador han participado. Esta particularidad, que nos habla de la afectación del lazo social en este paciente, nos Acompañante Terapéutico en Rosario propone el desafío de pensar la función acompañante más allá de la persona que encarne dicha función; esto hace que
el dispositivo de acompañamiento posibilite el sostenimiento de un lazo social. El Caso. Mariano es un paciente de cincuenta y tantos. Su psicosis se ha desencadenado a temprana edad y ha transitado por distintas institucionalizaciones, la última de las cuales aconteció poco más de un año antes de que comenzáramos el acompañamiento; pasando luego por un Hospital de Día hasta que cuestiones burocráticas fuerzan un alta temprana, que provoca que se vaya aislando cada vez Acompañante Terapéutico en Rosario más, hasta casi no salir de su domicilio. A partir de entonces el tratamiento psiquiátrico no termina de establecerse, a Mariano no parece interesarle; él
tiene “su tratamiento”. En un intento de restituir un mundo en el que él pueda tener un lugar, va consolidándose un delirio que, pese a ciertas variaciones en el contenido, permanece estable en su estructura, “hay que hacer lo que se debe y no lo que se quiere”. Esta fórmula lo enlaza al mundo de un modo particular, ya que por momentos le exige sacrificios importantes acordes a la gran Acompañante Terapéutico en Rosario responsabilidad asignada: “salvar al mundo”. Dentro de las voces que le hablan y hacen tantos milagros en él, hay personajes engañosos que pueden hacerle cosas nocivas; las amenazas son muchas
y va encerrándose en su casa cada vez más frente a los posibles atentados que misteriosas máquinas podrían perpetrarle. Replegamiento sostenido también en infructuosos intentos de compartir las revelaciones adquiridas para un mundo sin sufrimiento, imprimiendo y repartiendo folletos o predicando a quien se le cruzara. No habiendo encontrando el eco acorde a sus verdades, parece haber decidido salvar al mundo solitariamente. En el inicio, Acompañante Terapéutico en Rosario el límite – la regulación. Comenzamos este acompañamiento solicitado por la hermana de Mariano, Beatriz, luego de un episodio de descompensación clínica que padece Mariano y sostenido en el dicho de una médica que para
Beatriz parece una sentencia, que ya “no podía estar solo”. Inicialmente at una vez por semana hasta que luego de la gestión de Beatriz logra instalar un esquema de 12 horas diarias todos los días de la semana, reemplazando a un equipo de cuidadores domiciliarios que la obra social había contratado, pero que recluidos en la pequeña cocina del pequeño Acompañante Terapéutico en Rosario monoambiente, pasaban 12 horas por día leyendo unas revistas viejas para pasar el tiempo. En ese momento pasa el día recostado o sentado en su cama, inmerso en su mundo poblado de fenómenos alucinatorios, interceptaciones del pensamiento, manierismos etc., dignos
de un manual de psiquiatría. Es un mundo con reglas que no conocemos ni quiere compartir. Los ats se limitan a estar, a participar de algunos ceremoniales extraños que Mariano exige y no explica. Eso que a él se le impone, lo impone a su vez a sus acompañantes. Mariano toma medicación psiquiátrica y clínica, Acompañante Terapéutico en Rosario indicada alguna vez por algún psiquiatra, pero las cantidades las maneja a discreción, consiguiendo recetas de algún psiquiatra de turno y ocultando la toma de la medicación a la injerencia del acompañamiento. No permite cambio alguno en su esquema y es evidente que el exceso
de benzodiacepinas que injiere no son las indicadas. El tipo de alimentación y la cantidad de líquido que bebe son preocupantes, incluso para la salud de los acompañantes, que se ven compelidos a compartir la comida ya que es uno de los pocos momentos donde a Mariano le es permitido Acompañante Terapéutico en Rosario interaccionar, por fuera de esto se encuentra ocupado en actividades reservadas. Ante este cuadro de situación se vuelve imperioso cierto ordenamiento de los aspectos regulatorios de su vida. En primera instancia se apuntó al establecimiento de una instancia de tratamiento más clara y con la cual poder dialogar. Es así
como luego de varios intentos con distintos psiquiatras se logrará que se atienda con un psiquiatra que ya lo atendió en algún momento. Dentro de los recursos de que dispone logra armar un personaje para el mundo del afuera de su casa. Sabe que sus Acompañante Terapéutico en Rosario actividades secretas no son compatibles con el mundo que le rodea, sabe también qué le conviene decir, o mejor, no decir. Aunque a veces ese personaje no alcance para contener los fenómenos que lo habitan, hace un gran esfuerzo acorde a la necesidad de tal o cual tarea externa, y la consulta con el psiquiatra
no es la excepción. Es así que luego de varios encuentros Mariano le pide a los ats que ingresen a las sesiones, parece necesitar una especie de escudo protector frente a ese encuentro. Buscará también el asentimiento del acompañante cuando Acompañante Terapéutico en Rosario le sea solicitado dar cuenta de lo que hace en su día a día, realizando un estratégico y a veces pueril dibujo de actividades que realizaba con sus ats (ejemplo de esto es que se bajara del taxi y corriera 20 metros hasta llegar a la puerta del consultorio y al relatar las actividades de la semana dijera, mientras miraba
a su compañera de carreras, que salían a correr). Esta verdad a medias permitía al at un lazo posible, incluso fue desembocando en el armado previo de un texto a ser relatado en sus sesiones. Acompañante Terapéutico en Rosario El at le preguntaba antes de ingresar “qué hicimos en la semana” y juntos armaban esa verdad a medias. En las comunicaciones con el psiquiatra de estos aspectos que nos preocupaban de Mariano, y que no aparecían en el territorio de las sesiones, nos refiere el psiquiatra que necesitaba que sea el acompañante quien denuncie las mismas, ya que en las sesiones el acompañante “no
decía nada” y Mariano no le comentaba ni quería hablar con él de estas cuestiones. Ante las dificultades que representaban estos aspectos desregulados: el incremento de fenómenos alucinatorios, el aislamiento, Acompañante Terapéutico en Rosario como así también algunos pedidos extravagantes que nos interrogaba respecto a una tarea terapéutica posible (como estar acostados en el piso con la corriente de la casa desconectada y a oscuras, a una distancia equidistante de las llaves de luz que emitían rayos peligrosos), nos vimos en la necesitad de acceder al pedido del psiquiatra. Pero no accedimos a que sea el acompañante quien comente nuestra preocupación, sino que sea
el coordinador en el marco de reuniones entre los tratantes, el paciente y el familiar. Tal como pensamos la función de la coordinación, tenía que Acompañante Terapéutico en Rosario lidiar con las diversas demandas (de los tratantes, la familia etc.) para así permitir al acompañante continuar con un vínculo amistoso, y no horadar esta función de escudo de la que Mariano parecía servirse. Entonces fue la coordinación quien a la distancia necesaria de algunas reuniones cada tanto, y cargando sobre si cierta regulación que considerábamos necesaria, planteó en esos encuentros nuestra preocupación. El riesgo evidente era que el coordinador se transformase en un Otro
intrusivo del que la literatura psicoanalítica nos advierte para con la psicosis, tendencia que constatábamos en los fugaces vínculos que Acompañante Terapéutico en Rosario Mariano mantenía; pero ante la encrucijada que fuera el coordinador nos parecía que permitía al acompañante continuar en la función que les asignaba (Mariano se llamaba “el salvador”, o “el más santo de todos los santos”; en una ocasión que algún at le preguntó para que estábamos nosotros, dijo que éramos “sus ángeles guardianes”), y sí… nuestra presencia significaba para él que no lo internarían, y como dijo alguna vez, si lo internaban era el fin del mundo. A esa
altura Mariano pasaba gran parte del día recostado en una cama frente al acompañante, a Acompañante Terapéutico en Rosario veces durmiendo, otras “trabajando” en misteriosas actividades, ya sea pidiendo por la paz o interconectado a distancia con otras personas con quienes dialogaba, o haciendo movimientos para calibrarse con la “machine” (una especie de computadora del tamaño de dos habitaciones creada por Jesús según dijo, y con la cual mantenía cierto equilibrio necesario al mundo). Pero básicamente nuestras propuestas de actividades o diálogo eran cordialmente rechazadas, salvo en alguna comida o merienda ocasional. Mariano parecía no disponer de ese tiempo, tenía que hacer lo que
le decían incluso cuándo y en qué cantidad de tiempo Acompañante Terapéutico en Rosario ir al baño, comer, etc. En dicha reunión, en algún momento de mi relato, comento que nos preocupaba la gran cantidad de tiempo que pasaba acostado durmiendo, a lo que Mariano interviene como aquel que se siente difamado corrigiéndome “estoy recostado, no durmiendo”. Semejaste difamación tendrá sus consecuencias, poniendo una distancia con la coordinación que parecía insalvable a partir de entonces. Este camino elegido tal vez fuera necesario, pero seguramente errado en su forma. No me refiero a la “difamación” solamente, sino a que nuestra preocupación forzaba una cercanía que
quebrantaba una distancia con la Acompañante Terapéutico en Rosario coordinación que parecía serle necesaria. Los acompañantes con Mariano; Beatriz con el coordinador. Empecé a entender que para Mariano el coordinador es un otro que él mantiene a una distancia que le permite continuar con un vínculo posible. En este sentido generalmente no estaba disponible cuando intentaba comunicarme con él y utilizaba a su hermana o a alguno de sus acompañantes para comunicarme sus decisiones respecto a quién podía acompañarlo y quién ya no, o también para pedir que se fuera antes ya que estaba lloviendo o era riesgoso si permanecían. Mariano propone la distancia
Acompañante Terapéutico en Rosario que necesita. En este sentido ha sucedido que al no querer que vaya una acompañante al día siguiente le dice a la at que lo acompaña que me diga como cosa de ella que vaya tal acompañante, y al preguntarle por qué no se lo decía directamente al coordinador dirá “no quiero que piense que yo le digo lo que tiene que hacer”. Beatriz es la hermana de Mariano, al inicio del acompañamiento vive en otro departamento del mismo edificio y trabaja en una oficina de secretaria. Para ella lo que le pasa a Mariano Acompañante Terapéutico en Rosario transita por explicaciones de las
más diversas y extravagantes, justificando todo aquello que padece. Ha tomado a su cargo a su hermano y su misión es ser su “curadora”, al punto de descuidar su trabajo y hasta perderlo, e irse a vivir con su hermano al monoambiente, sometiéndose a las exigencias más locas de Mariano respecto a lo que puede o no hacerse en la casa. Esta proximidad propia de una locura de a dos (folie à deux) parece profundizar el malestar de ambos. Aunque Mariano soporta la vecindad de Beatriz, esta última va adquiriendo Acompañante Terapéutico en Rosario características maliciosas. Denuncia con razón el doble discurso de Beatriz,
quien en pos de no contrariarlo se somete a los planteos de Mariano, pero denunciando a escondidas a los tratantes aquello que debería corregirse o hacerse. Las exigencias de Beatriz respecto a las actividades, controles médicos y varios etcéteras que debería realizar, se sostienen en una idealización de las capacidades extraordinarias que le adjudica, tanto deportivas como intelectuales; pero distan mucho de las posibilidades de Mariano. La desazón que le provoca el padecimiento suyo y de su hermano, se traduce en una posición querellante hacia Acompañante Terapéutico en Rosario los tratantes. Nos responsabiliza de las dificultades sociales de Mariano y de su reticencia por
realizar lo que ella considera necesario para su salud según la “ley” establece. Amenaza constantemente con denuncias y recursos judiciales que atentan contra los recursos terapéuticos de los que sí se sirve Mariano. En varias oportunidades le propone cambiar de equipo de ats, de médicos etc., y es Mariano quien dirá que no, aun cuando por momentos se le vuelva intrusivo la presencia de los ats, e incluso la coordinación, es él el que sostiene su tratamiento. Beatriz es su Acompañante Terapéutico en Rosario “curadora”, y la impotencia por no poder “curar” a su hermano la enferma; al punto de deteriorarse su salud, su
situación económica y hasta cultural. Se siente obligada a estar con él. En esta situación ambos parecen enloquecer cada vez más. Nuevamente es Mariano quien nos muestra el camino de un acompañamiento posible, pidiéndole a Beatriz que se encargue de sus asuntos con la coordinación. Es así como las comunicaciones constantes con Beatriz se transforman en reuniones entre el coordinador y ella, en las que podrá ir manifestando todas sus disconformidades con el equipo de Acompañante Terapéutico en Rosario ats, con los psiquiatras, la obra social, etc. La función de la coordinación ocupará el lugar de alojar sus peticiones y teorías sobre el malestar
de Mariano, intentando consensuar algunas posibles estrategias en las que ella pueda incluirse y direccionarla hacia un afuera de su aislamiento con Mariano. Es en la distancia que Mariano sabe que necesita para un vínculo no tan intrusivo, tanto con su hermana como con la coordinación que la intervención se sostiene. Los efectos son varios, Beatriz retoma alguna de sus actividades sociales, permitiendo al at sortear la marca personal que Acompañante Terapéutico en Rosario Beatriz les imprime y que dificulta la tranquila presencia del at que Mariano necesita, y que habilita un decir que de otro modo es obturado. Ejemplos de esto es que
Mariano compartiera alguna breve actividad o diálogo con el at, y que cuando escuchaba que llegaba su hermana interrumpiera y se zambullera en la cama pidiendo silencio. La sexualización de los vínculos. La presencia del at ha tenido distintos matices afectivos para Mariano. Los motivos por los que necesita de un recambio constante de acompañantes son diversos: “tiene ojos de demonio”, “el novio me dice Acompañante Terapéutico en Rosario que está celoso”, todo lo que toca lo contamina”, “cuando estaba hizo tal o cual cosa y yo vomité”, “me dicen que es mala persona”, “sacó la lengua como una serpiente y tocó mi vaso”,
“su nombre no está bendecido”. O más generales como ser que EEUU nos iba a invadir etc., etc. Los intentos por problematizar estos postulados, apelando al buen vínculo que tenía con tal o cual at eran infructuosos. Nuestra intención era que Mariano pudiera tensionar esa obediencia acérrima a lo que “le decían” esas voces, ya que él mismo sostenía que Acompañante Terapéutico en Rosario a veces eran “engañosas”, que había “infiltrados” que podían hacerle mal. Inicialmente desde la coordinación me resistía a desarmar y rearmar el equipo constantemente, intentando convocar alguna legalidad (indicación de su tratante, del juzgado etc.) que compitiera con la autoridad
de sus voces (ya que no siempre él estaba de acuerdo con quien tenía que irse, decía que le gustaría que siguiera tal o cual pero que “no se podía”) A lo sumo aceptaba que permaneciera un tiempo con los recaudos necesarios (no tocar las cosas, no comer con él, etc.), pero solo incomodaban aún Acompañante Terapéutico en Rosario más su situación y nos confirmaba cada vez lo ineficaz de insistir por tal o cual acompañante, ante esta inamovible posición. Dejamos de insistir al entender que la función del acompañante podía permanecer más allá de quien la encarnara cada vez. Podríamos decir que la
función acompañante se sostenía en tanto se lograba independizar de quien la encarnara, lo que permitía a Mariano sostener un lazo social posible, aunque implicara que quien la habite lo hiciera temporalmente. En este contexto el acompañante será aquel con quien vaya pudiendo compartir cada vez más cosas, incluso de Acompañante Terapéutico en Rosario su mundo interior. Es así como en distintos momentos el at se prestará a compartir prácticas que se le vuelven necesarias a Mariano: la lectura de una oración que inventa, pedir por la paz, no llevar determinados colores a su casa, no usar palabras en otros idiomas, etc. Estas actividades
van incluyendo al acompañante en el mundo de Mariano, pero respetando la limitación del at respecto de su quehacer en pos de una función que se va delimitando y delineando, un modo de lazo que permite cierta convivencia posible. Pero por otro lado esa presencia Acompañante Terapéutico en Rosario en su cotidiano, aunque reducida a su mínima expresión (ya que cada at iba una o dos veces por semana como máximo, lo que implicaba un equipo de al menos diez personas para cubrir los horarios) se tornaba amenazante más tarde o más temprano, requiriendo la inclusión constante de acompañantes al dispositivo. A modo de
conclusión un nuevo inicio: la función acompañante y la función coordinación. Varias preguntas surgen de este caso como de otros: ¿Qué hace al acompañamiento permanecer cuando otras instancias de tratamiento van rotando? En Mariano han desfilado innumerables tratantes, como dirá Acompañante Terapéutico en Rosario Freud respecto de Schreber, “procuran defenderse de una sexualización así de sus investiduras pulsionales sociales” (Freud S. Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia descrito autobiográficamente 1911. Punto III Acerca del mecanismo paranoico. Pág. 58 Amorrortu). Los vínculos se le sexualizan y adquieren características que finalmente transitan algún tipo de amenaza a su ser. ¿Por qué entonces ha mantenido la
coordinación incluso a pesar de las situaciones relatadas? Es en este punto donde pienso que Mariano ha sabido inventar una función, aquella que le permite mantener la distancia necesaria para poder sostenerla y que la Acompañante Terapéutico en Rosario coordinación, pese a sus yerros, ha podido escuchar y ubicarse en función de esa distancia. Mariano marca el camino de un acompañamiento posible, de un vínculo posible de ser tolerado por él, a condición de un recambio constante de las personas que encarnan dicha función. Sesenta acompañantes para un acompañamiento parecería decirnos algo de lo que no termina de funcionar, y sin embargo entendemos que
nos habla de lo que sí funciona. Funciona a condición de no superponer persona con función, una función que podrá ser encarnada por varios, muchos, y aun así seguir siendo Acompañante Terapéutico en Rosario una función. Este desdoblamiento del Otro le permite mantener un vínculo posible. Por un lado, un desdoblamiento entre la persona y la función en los acompañantes y, por otro lado, una distancia con la persona que ocupa la coordinación para mantener a resguardo dicha función. El sostenimiento de este vínculo posible a partir del dispositivo de acompañamiento y su permanencia en el tiempo ha producido diversos efectos en el tratamiento
donde Mariano ha ido produciendo una especie de sutura delirante más estable y pacífica, lo que permitió que vuelva a transitar por el afuera y Acompañante Terapéutico en Rosario requiera de menos horas y días de acompañamiento. Ya hace tiempo que no me solicita cambios de acompañantes. Este recorte del caso de Mariano no intenta agotar la problemática del mismo, ni tampoco puntualizar específicamente sobre los efectos terapéuticos que esta herramienta clínica aporta. Lo que pretende es dar cuenta de cómo la lectura de estas coordenadas son las que nos ha permitido ubicarnos en una función clínica, orientación que considero necesaria para pensar la
práctica del Acompañamiento Terapéutico. Transferencia y Supervisión en el contexto del AT Verónica Evangelina Fernández1 Me pareció propicio para este Acompañante Terapéutico en Rosario encuentro abordar los temas de Transferencia y Supervisión en el contexto del Acompañamiento Terapéutico, ya que mi hipótesis es que no podrá acontecer lo terapéutico de un acompañamiento sin estos dos pilares. Ya sabemos que la Transferencia es un concepto meramente psicoanalítico que tanto Sigmund Freud como Jacques Lacan han desmenuzado profundamente; pero creo que no es un concepto exclusivo dentro de un tratamiento psicoanalítico. La Transferencia es una expresión del Inconsciente que no sólo está referida al análisis sino
también a muchos vínculos con validez en la vida cotidiana. Es necesario que el paciente Acompañante Terapéutico en Rosario suponga un Saber en el at, para que se establezca un vínculo transferencial que propicie el diálogo, la confianza, la apertura. Así será como el at podrá oficiar de sostén cuando la situación lo requiera. Es esperable que el paciente logre hablar, teorizar y aunque las interpretaciones que tengan los propios sujetos resulten de un modo grotesco, cada una de ellas contiene alguna cuota de verdad, que es bueno no descuidar en función del valor significante ignorado por el sujeto, valor significante que es función
del at detenerse, observar y tener en cuenta. El at Acompañante Terapéutico en Rosario no está capacitado para interpretar. No es su función. Deberá facilitar el nexo entre el paciente y su psicólogo. El valor significante de la producción lúdica, gestual, escritural u oral reside en que el Sujeto juega y no sabe lo que se está jugando en ese juego, que dibuja y no sabe lo que repite, elabora y testimonia, en que habla y no sabe lo que dice. Por ejemplo, entre lo que el niño dibuja y lo que dice se establecen vínculos; los niños juegan y mientras juegan, hablan. Se
despliegan en varios registros posibles: Acompañante Terapéutico en Rosario la actividad lúdica y sobre (o junto) a ella, las asociaciones verbales. La manera como el at se posicione frente a estos múltiples registros delatará su concepción del inconsciente. El juego, el dibujo, la verbalización y los gestos, son lenguajes y formas de expresión y desempeño irreductibles, pero remiten a una misma estructura. Estructura, cuyos elementos están unidos como por un lazo oculto, de manera tal que la modificación de uno de ellos, da lugar a la modificación de todos los demás. Que el Acompañante Terapéutico se posicione alojando los decires de su acompañado, ofreciendo
Acompañante Terapéutico en Rosario un lugar transferencial propiciará que el Sujeto produzca (juego, decires, sueños, fantasías) Freud dice en relación a la transferencia que la hay en toda institución de salud, no solo psiquiátrica sino médica, en las que se instalan lazos que tienen cualidades transferenciales, amor, repeticiones; pasajes al acto, en contextos que no tienen nada que ver con el psicoanálisis. El dispositivo analítico está diseñado para que esto florezca más y se lo intenta utilizar para los propósitos de la cura. O sea son las mismas estructuras, pero con diferentes intereses que inciden en cómo nos vinculamos Acompañante Terapéutico en Rosario con ellas y como promovemos
su presentificación. El analista podrá hacer otra cosa con esa producción. El paciente puede establecer distintos vínculos transferenciales con los distintos integrantes del Equipo tratante. Cuando en un acompañamiento se logra la transferencia, el at tiene vía libre para abrir nuevas oportunidades, relanzando el deseo del acompañado y especialmente pensando que la solución la va a tener que encontrar el propio sujeto. Uno acompaña, no decide por otro. Esa es la principal diferencia entre at y Cuidador. El Acompañamiento Terapéutico debiera propiciar un vínculo tranquilizador, seguro, investido del supuesto saber; Acompañante Terapéutico en Rosario aunque a veces también suele producirse hostilidad, resistencia, o sea
aspectos de la Transferencia negativa. Cuando digo investido de supuesto saber, digo hacer semblante. El concepto semblante no es lo mismo que semblante en castellano. Porque el semblante en castellano es sinónimo de apariencia. En cuanto a los semblantes de saber, tenemos un vaciamiento de la referencia, como efecto del lenguaje en el ser hablante. De esta manera decimos que el semblante es discurso en tanto su objetivo es el de velar la inexistencia de la referencia del ser hablante. Lacan particulariza aquello a lo Acompañante Terapéutico en Rosario que se dirige la demanda de amor. La particulariza desde la perspectiva de transformar el
amor en amor al saber, es decir, Lacan ubica algo que obviamente está metido hasta la médula en la clínica freudiana, esto que me angustia, yo que padezco vengo aquí para hablarle a usted porque yo creo que usted sabe de mi padecer. Nadie le confía a alguien si no está cimentada esta idea que Lacan llama de un saber supuesto. Se le supone un saber a un sujeto y eso forma una parte muy importante de un acompañamiento. Pero Acompañante Terapéutico en Rosario además, lo que cambia esencialmente es la idea de contestación a la demanda. La contestación a la demanda por el
lado del amor al saber no sería ni más ni menos que dar el saber, dar saber. Es decir que la transferencia en Lacan, la transferencia y la abstinencia en Lacan se ubica esencialmente en lograr no arrasar con el saber la idea de que se le suponga un saber a ese (at), y a eso nos vemos llevado en la clínica de todos los días. Afirmaría que es la máxima dificultad que tenemos y Acompañante Terapéutico en Rosario que escuchamos esencialmente y en la angustia que promueven aquellos que se hacen cargo de la clínica, que se hacen cargo de comenzar a escuchar
a aquellos que padecen, qué le digo, qué hago, qué hago con el silencio. A esto lo llamamos: poner el cuerpo, sostener el enigma, no apurarnos a dar sentido, a dar indicaciones, a no “arrasar”. La abstinencia aparece, desde esta perspectiva, en un cierto sesgo importante en el punto en el que no se obstruye con lo que uno piensa, con lo que todavía no se sabe que habría que Acompañante Terapéutico en Rosario saber. Es decir, ese famoso saber no sabido se obstruiría ante una particular ubicación de lo que el analista sabe. Es importante este punto. Yo creo que es un punto
esencial porque nos cuestiona constantemente, por ejemplo lo idea de “lo digo no lo digo”. Esto va de acuerdo a lo que estoy escuchando, observando, es una pregunta que nos hacemos, que la escuchamos en las supervisiones. Es un trabajo constante del at el desprenderse de su impulso por “proponer”. Es válido proponer, pero sólo si es en relación con lo que detectamos de interés Acompañante Terapéutico en Rosario en el discurso o conducta de quien acompañamos. Y la supervisión permanente será la que balizará esta tarea. No es una mera charla entre ats, entre colegas. Una supervisión es un espacio de trabajo. La
correspondencia mantenida por Freud con algunos de sus discípulos y más sistemáticamente con el padre de Juanito (Freud, 1909) es testimonio temprano de la práctica de la supervisión, aunque no fuese nombrada como tal. Y hace alusión a que debe ser llevada a cabo por profesionales con más experiencia, más reconocidos, haciendo así alusión a lo que hoy conocemos como Acompañante Terapéutico en Rosario supervisión o análisis de control, en el ámbito del psicoanálisis. Yo apuesto a que con la misma estructura debe ser la supervisión en el contexto del acompañamiento terapéutico para cuidar la salud del at, para que no se implique más
de la cuenta, desvirtuando la función específica del AT. La supervisión es un espacio de sostén del profesional, una instancia para poder observar al paciente y poder auto observarse como at, permite trazar los lineamientos por los cuales circulará el tratamiento, detectando los avances, retrocesos o interrupciones. En la supervisión se abren y se responden Acompañante Terapéutico en Rosario preguntas, se evacuan dudas, se implementan estrategias, haciendo un seguimiento pormenorizado del caso. La tarea del supervisor se remite a orientar la labor del at, sin intervenir en las decisiones que el mismo pueda tomar junto al Equipo tratante, pero sí intervenir en su propia
subjetividad si fuera necesario. Estoy absolutamente convencida de que compartiendo nuestra clínica, nuestras preguntas, nuestros aciertos y los no tanto es que podremos poner a debatir nuestra praxis para seguir interrogándonos y así poder conceptualizar con la mejor precisión posible los límites que demarcan el trabajo del at, que, a Acompañante Terapéutico en Rosario mi criterio, no puede ser llevado a cabo por cualquiera Algunas precisiones en relación con la transferencia en el Acompañamiento Terapéutico. Cuando el goce llama Marco Antonio Macías López1 En la práctica psicoanalítica, en el trabajo que efectúan los acompañantes terapéuticos y en nuestra vida cotidiana, somos convocados continuamente para
entrar en escena, ahí donde el goce se efectúa por alguien del entorno, que goza al desear colocarnos en una situación de angustia y de pánico. Es una evidencia clínica que el goce presenta toda una diversidad en sus manifestaciones, apareciendo todo el tiempo y Acompañante Terapéutico en Rosario en todos lados. Señalaba Lacan en la sesión del 26 de noviembre de 1969 de su Seminario L’envers de la psychanalyse (El reverso del Psicoanálisis): “el camino hacia la muerte no es otra cosa que lo que se llama el goce. Esa diversidad en su presentificación da para que consideremos las diferentes escenas que se
despliegan en los diferentes campos de inserción del acompañamiento terapéutico, por ahora sólo haré mención en su generalidad. Sin dejar de ver en el horizonte que ser supremo en malignidad está en el horizonte de cualquiera. Así tenemos que si Acompañante Terapéutico en Rosario visualizamos que una de las dimensiones del goce es la transgresión de la ley, habrá que estar advertidos de toda una gama de escenas que se puedan desplegar. El goce está todo el tiempo en todos lados, es algo que relampaguea por doquier. Sabemos entonces que cuando la función de acompañamiento terapéutico se ejecuta, generalmente es en situaciones urgencia subjetiva,
una de ellas es la llamada crisis psicótica, aunque también tenemos presente como señalábamos, que en nuestra vida cotidiana, son múltiples los momentos en que alguien tomado por el goce nos convoca. Ante esa vicisitud Acompañante Terapéutico en Rosario se espera que el at opere eficazmente, al establecerse un lazo que habrá de construirse, al advertir aquello que uno suscita con su presencia y lo que la persona que se acompaña suscita en uno. Pudiendo calibrar como ya se sabe la proximidad o distancia que hay que tomar en cada encuentro. En el campo de AT y en particular en el del llamado psicótico,
se ha llegado a precisar que hay una primera condición: soportar el diálogo, la presencia y los actos de alguien, que en lugar de usar la carretera principal, transita por Acompañante Terapéutico en Rosario los atajos y circuitos más inverosímiles. Soportar el encuentro con alguien que va a valerse del lenguaje de modo diferente. Soportar la diferencia y lo que hace la diferencia. Se puntúa entonces: ¿Qué implica esta posición? Se trata de no querer llevar al llamado psicótico a donde no puede. Se trata de no intentar la “normalización”. Hoy en día, la operación de exclusión y segregación del diferente toma otras modalidades.
Y es interesante pensarla aún dentro del campo psicoanalítico. La concepción que un practicante tenga de la locura guiará su práctica y su práctica determinará Acompañante Terapéutico en Rosario esa concepción. Si la locura es pensada en términos de déficit, si la locura se aborda con el modelo de la neurosis, la exclusión es operante. Cuando hablo de soportar, se trata por supuesto, de soportar la angustia que produce el encuentro con el loco. Precisando que cuando hablamos del loco, nosotros conceptualizamos la locura como una forma de estar en el mundo y como una forma discursiva. Pensar el AT como una praxis, es
decir, como un tratamiento de lo real por lo simbólico, un acto de palabra, implica alejarse del mundo de las Acompañante Terapéutico en Rosario técnicas, de los saberes profesionales, de las maniobras instrumentales. Es situarlo en el orden del saber hacer, saber hacer allí, en cada situación, con cada caso. Saber del que es necesario dar cuenta, sin caer en categorías universales. Cuando se realiza dicha función de acompañamiento en una crisis psicótica por ejemplo, generalmente nos encontramos ante un contexto como el que señala Héctor Fenoglio (2010): “La mayoría de los profesionales consideran a las crisis psicóticas como situaciones muy peligrosas para la
integridad física y psíquica del paciente, por lo cual el objetivo prioritario y urgente –como Acompañante Terapéutico en Rosario si se estuviera ante un incendio– debería consistir en “ahogar” o “apagar” la crisis, lo más rápido posible y de la manera en que se pueda. En tal sentido, la respuesta casi automática y más habitual se reduce a: 1) control farmacológico masivo y estricto y, 2) control y vigilancia institucional. Es decir, la internación. Sin embargo, semejante reducción es altamente cuestionable”. Señala además que es muy fuerte y arraigado el prejuicio de que los psicóticos en crisis no están en condiciones de tomar decisiones
de ningún tipo, por lo que se hace necesario decidir Acompañante Terapéutico en Rosario casi todo por ellos. Este prejuicio, sumado al terror por la supuesta alta peligrosidad para sí y/o para terceros del psicótico en crisis, viene permitiendo y hasta propiciando internaciones innecesarias sin recurrir antes a otro tipo de medidas más adecuadas, como la internación domiciliaria, el hospital de día, etc. De esta manera se termina en lo clínico, se despoja al psicótico de su posición de sujeto, se lo reduce a mero objeto de manipulación y en lo político, se justifica la violación de los derechos humanos de los pacientes, quienes
no son tomados en cuenta Acompañante Terapéutico en Rosario a la hora de ejecutar decisiones importantes sobre su vida. Fenoglio puntúa de manera muy precisa y pertinente que cercar la crisis y disolverla a como dé lugar sin leer lo que ahí se despliega, es un grave error, mezcla de indolencia e ignorancia, yo agregaría y de angustia, por no poder ocupar el lugar de resonancia ante lo que se pone en acto. Toda crisis es una oportunidad inmejorable para establecer o relanzar el vínculo terapéutico. A veces ante una crisis los profesionales se espantan o consideran, que ya se fracasó en el intento
Acompañante Terapéutico en Rosario de tratamiento. Es importante ubicar que uno trabaja con la contingencia, ni qué decir en el trabajo que se realiza en el acompañamiento terapéutico, en donde el encuentro puede durar desde algunos minutos a algunas horas; la exposición a la contingencia está ahí todo el tiempo, por ello insistimos en esa capacidad de resonancia y de lograr la intrincación con el otro, para poder tener la sutileza y sensibilidad de intervenir no antes ni después. Diríamos que las situaciones extremas muestran de qué estamos hechos. Es importante señalar también, para los que se inician en Acompañante Terapéutico en Rosario su práctica clínica, que antes
de pretender curar el síntoma, es importante localizar qué lugar ocupa en la estructura subjetiva. Qué soporta ese síntoma en el sujeto, qué función tiene en la estructura. Ahora bien, si consideramos la transferencia como una relación de enamorodiación o bien de odiomoración como señalaba Lacan (hainemoration), habremos advertir que el amor y el odio se juegan de manera insistente en toda relación. A propósito de este amor y de este odio que están permanentemente implicados, observamos que en la práctica de acompañamiento y en la práctica psicoanalítica, nos encontramos Acompañante Terapéutico en Rosario muy a menudo con un sujeto duplicado en posición sádica
y masoquista. Ya Lacan en el seminario de La Angustia señalaba que el sádico es aquel que busca despertar la angustia en el otro. A mayor sufrimiento de la víctima, mayor goce de aquel que en ese momento se encuentra en posición sádica. Es importante tener presente que hablamos de sujeto duplicado, pues hay un punto en donde aquel que se encuentra en posición sádica, es a su vez la víctima identificándose con ella. El gozar identificado con la víctima pone al sádico en posición Acompañante Terapéutico en Rosario masoquista. Tenemos así, dos posiciones en un mismo sujeto, dos posiciones subjetivas, no dos personas.
De ahí que pretender señalar a una víctima (niño y/o mujer maltratados), puede dar lugar a precipitarse en la comprensión, tan dañina en nuestra práctica, como Lacan nos advertía en su seminario sobre Las estructuras freudianas en las psicosis, cuando decía de manera enfática a los psiquiatras en formación que no se apresuraran a comprender. Sabemos que la razón es tramposa. Además, hay que recordar como señalaba Lacan, en la sesión del 5 de febrero de 1964, que no hay Acompañante Terapéutico en Rosario posibilidad de encuentro con lo real, a través del pensamiento. Señalábamos entonces cómo discriminar y localizar en uno mismo el
no entrar en escena ahí donde se nos convoca, vale decir cómo lograr no ser gozados. Trabajando con Susana Bercovich (2014), en un seminario que se propuso en el contexto de la Especialidad: Clínica de los Padecimientos Subjetivos que se imparte en la Universidad Autónoma de Querétaro en México, se concluía que se puede recomendar que al sentir angustia cuando realizan su labor de acompañamiento, hay que hacer caso de esa angustia como una señal, Acompañante Terapéutico en Rosario lo mismo en el consultorio, justamente para poder salir de esa escena que se está montando. Esto no quiere decir, abandonar el lugar y decir,
chao, hasta mañana. Se trata de poder leer lo que ahí está ocurriendo para poder recurrir nuevamente a nuestro saber hacer. En otro momento hablando del pasaje al acto y el acting out Macías (2010) remarcaba que hay realización de ciertos hechos que no pasan por la versión discursiva, marcan un corte en el discurso haciendo pasar algo que es de otro orden. Por ejemplo regularmente observamos que en el Acompañante Terapéutico en Rosario pasaje al acto está implícita una situación ya sea de crisis, de urgencia o bien de cronificación, distinguiendo en ocasiones su carácter súbito. Sin dejar de considerar que todo acto
presenta su faz significante, pues no siempre se presenta inarticulado. Señalaba en ese escrito que tenemos entonces trazos que se ofrecen para su lectura: a veces parecen jeroglíficos indescifrables, otras, graffitis con un código compartido y muchas veces más, grandes signos de alerta con luces centelleantes para su mayor visión, con una gran ceguera en su entorno. Por ello enfatizamos sobre esa capacidad de resonancia, Acompañante Terapéutico en Rosario sutileza y sensibilidad para intervenir de manera pertinente, no antes ni después. Aquí agregaría el hablar del humor, en el sentido en que lo ha llegado a plantear Jean Allouch, el poder encarar la práctica
analítica y por supuesto que esto incluye al at, como un divertimento serio. Esto no es burlarse del paciente, sino que ahí donde están el horror y lo ominoso que puede implicar el encuentro con lo real, inaprensible y que retorna vía alucinatoria o delirante, poder intentar cercar eso real a partir del despliegue de significantes que se encuentran inarticulados, Acompañante Terapéutico en Rosario pero donde nuestra implicación y capacidad de resonancia, irán permitiendo un enlace para que el sujeto pueda producirse y reconocerse en lo nombrado. Respecto a los actings outs, señalaba que los leemos como un pedido de intervención, ahí donde quien
esta a cargo del tratamiento no ha sabido leer lo que el sujeto pone en escena; también allí es donde se pone a prueba la eficacia en el ejercicio de la función de los acompañantes terapéuticos. Quedamos muchas veces a merced del acto y de las contingencias que se van produciendo, producto de la experiencia Acompañante Terapéutico en Rosario misma que se esta desplegando. Es por ello que hemos hecho énfasis en el capítulo “La presencia de Eros” en la relación analítica, del libro Experiencia Psicoanalítica y Acompañamiento Terapéutico, presentado aquí en Córdoba, acerca de la importancia de haber transitado por la experiencia analítica
para estar en condiciones de ejercer nuestra práctica. La práctica psicoanalítica nos permite advertir que todo el tiempo trabajamos con la contingencia. Se escuchan insistentes preguntas en supervisiones o reuniones clínicas de acompañamiento terapéutico, respecto al modo en que se viene configurando la demanda de acompañamiento y las dificultades que Acompañante Terapéutico en Rosario estas modalidades imponen a los practicantes tanto si se trata de las demandas del sistema judicial, del sistema escolar, del sistema de salud o del sistema familiar. Respecto de la implicación que se demanda, habrá que tener presente que nunca estamos totalmente sanos ni totalmente enfermos. Aun en el más
enfermo de los enfermos hay algo sano. Por ello enfatizamos que nuestra forma de mirar y conceptualizar la locura, es que esta, es una forma de existencia, es una forma discursiva. Es importante en el abordaje de la locura, y con ello preciso que sería Acompañante Terapéutico en Rosario cualquier modalidad subjetiva, el poder calibrar la exigencia de las neurociencias que exigen la identificación del síntoma, con una mirada compartida y un diálogo abierto cuando se requiere dosificar en forma pertinente una medicación. Ya en estos momentos no es un orgullo que Querétaro no tenga un hospital psiquiátrico, pues su no existencia, si bien
ha evitado que la gente lleve a sus enfermos a depositarlos al hospital, implica la proliferación de anexos avalados por la Secretaría de Salud del Estado, que los reconoce como Centros de Rehabilitación. Diríamos que son instituciones que pretenden representar Acompañante Terapéutico en Rosario la ley al margen de la ley. Estas instituciones del maltrato, del encierro y de la violación de derechos humanos son lo que el sector salud ofrece a su población en México. El encierro y la violación de los derechos humanos están siendo legitimados por el Estado. Tenemos, como bien lo ha llegado a plantear el Dr. Jorge Pellegrini en
relación con muchas de las llamadas instituciones de salud mental, instituciones de la desesperanza, del maltrato, del sufrimiento, del congelamiento de la enfermedad. Tenemos instituciones que promueven el lucro despiadado con la enfermedad. Sobre este Acompañante Terapéutico en Rosario punto tan delicado, hay una cuestión que no podemos dejar de advertir y que es la dicha en la esclavitud, esto es, el gusto por el sometimiento, que puede promover el ser maltratado, de ahí que cuando se abre un espacio de análisis, es la condición propicia para poder apalabrar el goce con todas las dificultades que ello implica, pues la palabra y la ley
no siempre es sanadora ahí donde la compulsión a la repetición es la base. Pues tomados por la pulsión de muerte uno sabe lo que le hace daño y vuelve Acompañante Terapéutico en Rosario a lo que le hace daño, creándose y fortaleciéndose un goce ruinoso. Podemos puntuar que somos objeto de la repetición, hay algo que vuelve siempre al mismo lugar. No es que yo repita, hay algo que se repite en mí, hay un real en la repetición que se impone. Tenemos entonces que la presencia de anexos como formas de “atención y rehabilitación” pueden dar lugar a victimizar y eso exacerba
el goce, incentiva la repetición, de ahí que se presenten las continuas reclusiones en dichos anexos. Ya Lacan había mencionado que cuando alguien se ubica Acompañante Terapéutico en Rosario en posición masoquista, se vuelve el agente de aquello que va a sufrir, esto es, se propicia el propio sufrimiento. Si alguien esta en posición masoquista, al encontrar el castigo se acentúa el goce, abandonarse a otro, a dios, al tirano, al “padrino” de un anexo puede ser para muchos en esa posición, placentero. Al crear un gusto en el dolor y un gusto a la autoridad en el sometimiento, la ley incrementa el goce
masoquista; es un punto gozoso de la ley, pues refuerza el goce que pretende regular, podemos puntuar que es una Acompañante Terapéutico en Rosario vía de insistencia y de acceso para el goce. Es importante entonces tener presente la consideración anterior, pese a lo anacrónico y el carácter represivo de nuestras instituciones. Así las cosas, uno no puede cuestionar los objetos que eligen los pacientes. Uno no puede saber nunca lo que es el bien para el otro, lo que uno puede creer que es el bien del otro, puede hacer grandes estragos. Por ello es un asunto de extremo cuidado, el que un
at intervenga buscando y proponiéndose el bien para el paciente que acompaña. Pues ni siquiera Acompañante Terapéutico en Rosario sabe uno lo que es el bien para uno mismo. El deseo de cada quien como categoría moral puede interferir seriamente su trabajo. La idea de normal produce lo anormal, basta que uno diga, esto es el bien, para que todo lo demás sea el mal. Estas son las trampas de la razón. Las personas muchas veces no sólo quieren el bien, sino también el mal. Repetimos lo peor de nuestra historia, lo que no podemos recordar, elaborar con los recursos que tenemos, lo repetimos,
hay algo que vuelve y se nos impone. De ahí Acompañante Terapéutico en Rosario que el análisis puede crear las condiciones para poner un alto a la repetición, que nos pueda gustar otra cosa que no sea el dominio y la sumisión, pues el goce del Otro no es benévolo. Que al poder nombrar lo imposible de decir, el sujeto, sujeto como efecto del inconsciente, tome nota de que algo extraño está pasando, produciéndose un sujeto que pueda hacerse responsable con lo que está ocurriendo. Es importante discriminar que hay modos de disolución de sí que son liberadores, fuera de ese Otro que quiere
algo de mí. No necesariamente Acompañante Terapéutico en Rosario darse a devorar. Hay formas de disolución de sí que no son masoquistas. Por ello decíamos, consideramos como una opción al análisis, que libera de esa prisión de ese Otro que quiere algo de mí. Aunque… la libertad tiende a asustar.
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