Se trata de un problema de salud grave a cualquier edad, pero en adultos mayores el cuerpo necesita de nutrientes clave para no estar débil y no caer enfermo
Es habitual que durante la tercera edad se presenten problemas de desnutrición debido a que disminuye el consumo de alimentos y la capacidad de absorber nutrientes, además de que hay dificultad para masticar.
Y también, con el paso del tiempo, el metabolismo (proceso que permite asimilar adecuadamente vitaminas, minerales, proteínas y grasas) se hace lento, lo cual ocasiona que las exigencias calóricas sean menores.
Sin embargo, las necesidades de proteínas, vitaminas y minerales siguen siendo las mismas que las de cualquier persona, con excepción de las grasas y azúcares, ya que estos deben reducirse para evitar que padecimientos como hipertensión, diabetes, obesidad y colesterol elevado se presenten o agraven.
La buena nutrición es fundamental para la salud y el bienestar general, pero muchas personas mayores corren riesgo de nutrirse mal. Además, la desnutrición puede conducir a un mayor desinterés por la comida o a la falta de apetito, lo cual solo empeora el problema»
Problemas de la desnutrición
La desnutrición en las personas mayores puede provocar diversos problemas de salud, tales como:
- Debilidad del sistema inmune que aumenta el riesgo de infecciones.
- Mala cicatrización de heridas
- Debilidad muscular y menos masa ósea que pueden llevar a caídas y fracturas
- Mayor riesgo de ser hospitalizado
- Mayor riesgo de muerte
Cómo comienza la desnutrición:
Las causas de la desnutrición pueden parecer claras: muy poca comida o una alimentación carente de nutrientes. Sin embargo, la desnutrición suele, en realidad, ser producto de una combinación de problemas físicos, sociales y psicológicos. Por ejemplo:
-Problemas de salud: Las personas mayores con frecuencia tienen problemas de salud, tales como demencia o problemas dentales, que pueden disminuirles el apetito o dificultarles comer. Otros factores que también podrían participar son la presencia de una enfermedad crónica, el consumo de ciertos medicamentos, la existencia de dificultades para tragar o absorber nutrientes, una hospitalización reciente, una disminución del sentido del gusto o del olfato y problemas abdominales, como dolor o distensión.
